
Hay libros que llegan a un lugar oculto de esos que todos tenemos y al que no queremos que nadie se acerque. Libros que te pillan con las defensas bajadas o que te hacen bajarlas de golpe, qué más da. Supersorda es de esos. Para mí (quiero decir) es de esos libros.
Tal vez preferiría no saber qué es la hipoacusia, no saber que un sordo no te oye a oscuras, no entender por qué es bueno tocar en el hombro a una persona con audífonos antes de dirigirme a ella, para que sepa que el sonido que escucha viene de mi boca y no de la de otra persona. Pero lo sé. Como sé lo divertidas que resultan las confusiones (Si Juanes escuchase la versión “Adiós, me piro” de su canción, quedaría encantado) o lo incómodo que puede llegar a ser decirle a un tutor de secundaria que, por culpa de su barba, tu hijo no puede leerle los labios.
Cece Bell, la autora de Supersorda, también lo sabe y ha tenido la grandísima idea de contárnoslo a todos. Pero no de cualquier manera, no como un manual de comportamiento con un sordo o un hipoacúsico sino como una historia divertida, llena de anécdotas, con una trama argumental al margen de la discapacidad de la protagonista. Porque Cece, la protagonista que ha perdido la capacidad de oír a los cuatro años, busca su lugar en el mundo. Busca un amigo con el que jugar, una clase de la que formar parte. Se busca a sí misma. Y tiene que decidir qué precio está dispuesta a pagar para encontrarlo. Para encontrarse. Esa es la historia que cuenta Supersorda. Cece, además, es sorda, sí. Y eso hace las cosas más difíciles a ratos, pero no hay un solo instante de drama ñoño en toda la novela gráfica. ¿No lo he dicho aún? Es una novela gráfica maravillosamente ilustrada.
No quiero desvelar el argumento ni las anécdotas que conforman la historia, pero sí recordar el mensaje de la autora que insiste, en el epílogo, en que lo cuenta es su infancia, tal como la recuerda. La suya. No la de todos los sordos, porque cada sordo es diferente, no la de todos los padres que tienen que aprender a vivir con alguien que no oye, sino la de los suyos. Y no son unos padres perfectos (¿quién lo es?) ni ella es la amiga perfecta.
Supersorda es el alter ego que Cece crea en su imaginación para refugiarse, para reafirmar su personalidad. Y es el personaje que la autora crea para desdramatizar la sordera. Es un personaje imperfecto, como deberían serlo todos, del que resulta muy fácil enamorarse.
Tal vez todos deberíamos leer este libro. Tal vez todos deberíamos disfrutar de esta historia. Y tal vez, solo tal vez, la próxima vez que nos veamos frente a alguien que no oye deberíamos recordarlo en lugar de ponernos a dar gritos, a gesticular como locos o, sencillamente, a darnos la vuelta porque no sabemos cómo hacerlo. Pero sobre todo, tal vez todos deberíamos leer este libro porque es una historia deliciosa, tierna y divertida. Hacedme caso.
Supersorda, de Cece Bell. Publicado por Maeva y traducido por Jofre Homedes Beutnagel.
Tengo la sensación, por mi torpeza, que este post se ha escrito para mí. Gracias por la recomendación y por aumentar de nuevo la lista de tareas pendientes