
Me regalaron Palabras envenenadas, de Maite Carranza, hace cuatro años, cuando yo tenía un hija de 15, la edad de la protagonista. Empecé a leerlo y a las pocas páginas tuve que abandonar. Bárbara es una chica de 15 años que empieza a ligar con chicos, que se sabe atractiva y lo aprovecha y que tiene una madre que no pone pegas a ese cambio, pero un día deja una nota, desaparece de casa y tres días después la policía descubre que no ha sido una fuga, sino un secuestro.
Me sentí mal, y eso bueno. Me sentí identificada, y eso es mejor. Me lo creí a pies juntillas, y eso es la leche.
Ahora, cuatro años después, he vuelto al libro. Me ha vuelto a remover por dentro y a hacerme un agujerito en el estómago, pero esta vez lo he leído completo y he comprendido los premios, el éxito y a los lectores satisfechos.
Con dos narradores diferentes, la propia Bárbara y un narrador en tercera persona que va saltando de un personaje a otro, Maite Carranza mantiene la tensión sobre lo que ha ocurrido a base de presentar posibles culpables y hacernos dudar, asegurar incluso, que hemos descubierto de quién se trata.
Como en toda buena novela, cada uno de los secundarios tiene su propia historia, pero ninguna de ellas se come la trama principal porque lo que todos los lectores queremos saber es quién ha secuestrado a Bárbara y, sobre todo, si llegarán a tiempo de rescatarla.
Cuando los escaparates de la literatura juvenil están plagados de historias fantásticas, de historias de amor dulce y maravilloso, apostar por una trama en la que la protagonista es tan realista que duele (nos duele) y además sufre (sufre mucho) de una manera totalmente injusta es un acto de valentía.
Contar una historia que nos hace pensar y mirar el mundo de otra forma es abrir un campo que parecía estar vedado a la literatura juvenil. Estoy segura de que los lectores adolescentes también disfrutan de una historia así, aunque no les deje esa sensación de “quiero ser este personaje y vivir lo que él vive”. Una historia con tensión, con suspense, con un fantástico manejo de la información que se facilita al lector y con elementos suficientes, al margen del secuestro que orquesta toda la trama, para identificarse con los personajes.
Y estoy segura también de que, ahora que tanto insistimos en que hay que parar la violencia, ayudar al que la sufre, no mirar hacia otro lado, un libro como Palabras envenenadas es más que necesario. Así que, cuatro años después, gracias.
En este momento creo que no me puedo enfrentar a una lectura así, pero lo anotaré en mi agenda para intentarlo dentro de cuatro años. Gracias por la reseña, genial, como siempre