En el bus iba una chica con los cascos puestos y cantando en inglés, como cuando no te das cuenta de que te oyen. Cantaba de lujo, la verdad. Y todo el resto del pasaje iba en silencio (hoy, además, el bus va lleno, será la huelga de taxis). Solo la voz enlatada que anuncia la siguiente parada molestaba de vez en cuando y me daban ganas de pedirle al conductor que la desconectase. Al llegar a San Bernardo la chica se ha bajado y las conversaciones han ocupado el espacio, como si siempre hubieran estado ahí.
Ha sido flipante. O tal vez solo yo me he dado cuenta.
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