Una mujer se ha quedado de pie, charlando con el conductor. No sé quién liga con quién, más bien a partes iguales. La mujer dice algo de Toledo y se ríe, con esa risa coqueta tan cargada de intenciones. Entonces un hombre mayor, de los de boina y cachaba, se levanta de su asiento, renquea hasta donde ellos ríen y pregunta:
-¿Has dicho Toledo? ¿Tú sabes por qué los llaman ‘bolos’?
Ella responde que por Bolonia, el hombre le dice que es muy lista, que ha estudiado, y empieza una batería de preguntas que ni la oposición de Secundaria. Responde a todo y, con cada pregunta, crece el entusiasmo del viejo y la desesperación del conductor, que intenta meter baza con algún chistecillo.
Cuando llegan al Greco, el conductor echa humo por las orejas. “Déjala -dice-, ya le sigues preguntando mañana”.
El hombre lo mira, ríe nervioso, la chica sonríe y el conductor parece haber ganado la batalla.
-Quiá -dice el anciano- si no tenemos otra cosa y voy a la última parada.
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