Los conductores de autobús de la EMT son las personas más amables y más pacientes del mundo, pero a veces, una entre un millón (cojo ocho autobuses al día), hay que morderse la lengua para no mandar a uno a paseo.
Hoy, después de haberle dado el alto, se salta la parada y ha parado unos metros más alla. Cuando le digo amablemente: “perdona, creía que me habías visto levantar la mano”, me responde que haga las cosas bien si no quiero quedarte en la parada la próxima vez.
Y me muerdo la lengua.
Deja una respuesta