
Hoy visto de rojo y verde, como casi todos los días este mes. Es mi tradición navideña. Frente a mí se sientan un padre y dos niños que no tendrán más de cinco a seis años. Me miran, cuchichean. La niña dice que soy de verdad y el niño que no, que es un disfraz. El padre sonríe, a los niños y a mí. Cuando la discusión va subiendo de tono, interviene.
-A ver, si fuera un disfraz, ¿tendría ese pelo?
-¡Es peluca! -dice el niño.
Cojo un mechón y tiro fuerte, para que vea que no, que es mío. Y entonces los dos abren mucho la boca y el padre sonríe tanto que se le arrugan los ojos.
Cuando se bajan del vagón, caminan por el andén y cada poco se vuelven a mirar.
Creo que les he regalado un poquito de magia. O ellos a mí.
Sí. Ellos a mí.
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