Una niña llora en el andén. Ronda los diez años y, aunque no entiendo lo que dice, todas sus frases, entrecortadas, empiezan igual: “quiero que” y el resto no lo entiendo. La madre, o la mujer que la acompaña, responde también siempre de la misma forma: “qué me importa”.
No sé por qué llora, si tiene razón, si la madre lleva toda la tarde aguantando una rabieta absurda… Pero cuando llega el tren camino unos pasos, los justos para subir a otro vagón, para no oírlas.
Y me siento mal por huir, pero hoy no tengo ganas de que me duela nada.
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