Al llegar a mi parada, una mujer muy mayor, rodeada de niñas, dice:
-¿Estáis todas? ¿Las cuatro?
La mayor de las niñas responde que sí. Son cinco. Dejo que bajen delante de mí y vuelvo a contar: cinco. Al llegar a la acera la mujer insiste:
-Daos la mano las cuatro.
Creo ver una sonrisa pillina en la más pequeña y, para cuando llega mi siguiente autobús y la señora y las niñas ya solo son un punto en el horizonte de asfalto, tengo una historia en la cabeza que tarde o temprano escribiré.
Deja una respuesta