Me pregunta una señora, en la parada de autobús, dónde me he comprado las botas. Le explico que son del rastro y, cuando le digo el precio, me pide todos los datos, el puesto, a qué hora se ponen… Teclea en su teléfono y al momento vuelve, me explica que trabaja los domingos, que no puede ir, pero que va a mandar a su hija y me pide permiso para hacer unas fotos.
Y así, sin querer, me he sentido una celebrity, estirando el pie para que la bota saliera mona, de medio lado, para que viera el tacón. Ay, la fama, cómo es.
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