Voy en el 3, a la altura de Plaza de España. Dos filas más atrás, una mujer de más o menos mi edad habla por teléfono. Cuenta a su interlocutor que está agotada, que los autobuses un rollo porque pasan tan llenos que no paran. Que por fin ha podido coger el suyo, pero aún está en Vallecas. No he podido evitar girarme para verle la cara. Tiene la voz más joven que el aspecto, debe de sacarme 10 años. Me guiña un ojo y sonríe y yo le devuelvo la sonrisa porque acaba de regalarme una escena de la novela.
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