-Papá, ¿por qué esa señora tiene el pelo verde?
El padre disimula, cambia de tema y hace equilibrios para no caerse él y para sujetar a la niña.
Insiste.
-¿Te gusta? -le pregunto.
Pero ya se ha roto la magia y ni siquiera me contesta. Está abrazada a la enorme tripa de su padre y apoya la boca contra la camisa como quien habla al oído. Habla tan bajito, que no entiendo lo que dice.
De pronto levanta la cabeza y, en el mismo tono en el que ha preguntado por mi pelo, dice:
-Papá, ¿por qué lo que tienes ahí dentro no me contesta? ¡Es muy grande!
El padre me mira y yo disimulo.
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