
Nuestra historia comienza cuando el señor y la señora Dursley se despertaron un martes, con un cielo cubierto de nubes grises que amenazaban tormenta. Pero nada había en aquel nublado cielo que sugiriera los acontecimientos extraños y misteriosos que poco después tendrían lugar en toda la región. El señor Dursley canturreaba mientras se ponía su corbata más sosa para ir al trabajo, y la señora Dursley parloteaba alegremente mientras instalaba al ruidoso Dudley en la silla alta.
Ninguno vio la gran lechuza parda que pasaba volando por la ventana.
A las ocho y media, el señor Dursley cogió su maletín, besó a la señora Dursley en la mejilla y trató de despedirse de Dudley con un beso, aunque no pudo, ya que el niño tenía un berrinche y estaba arrojando los cereales contra las paredes. «Tunante», dijo entre dientes el señor Dursley mientras salía de la casa. Se metió en su coche y se alejó del número 4.
- Se pueden aislar, cambiar o eliminar sin que la historia cambie.
- No suelen ser dicotomías. No hay dos opciones entre las que elegir, sino un abanico de posibilidades, un armario lleno de corbatas (muy sosas todas, casi seguro).
- Las toma cualquier personaje.
- Hay muchas en cada capítulo. Casi en cada acción, en cada movimiento.
Supongo que pensamos cosas demasiado parecidas sobre la planificación. Para mí es un mero sistema de abordar lo incertidumbre y pensar en la novela. Y a partir de ahí, precisamente, es un dejarse llevar por ella (por la incertidumbre). La palabra inasumible, en literatura, es casi sinónima de "necesaria". Gracias por el blog.
Si he conseguido pensar algo ligeramente parecido a lo que tú piensas sobre la planificación, es una prueba de que el aprendizaje da frutos. Gracias a ti, Nacho.