
Hoy he terminado el borrador de una novela.
Es el borrador más caótico, mierdero, incongruente y falto de calidad que he terminado nunca. Pero, eh, hoy he terminado el borrador de una novela.
En esto de la escritura hay ratos de inspiración, de lucidez y de ideas perfectas, pero son los menos. Al menos, en mi caso, son los menos. Los más, son de riñones.
Supongo que cada uno identifica el dolor y el esfuerzo de una forma. Mis lumbares son mi punto débil, me duelen todos los días, aunque es un dolor muy soportable. Como dice mi madre, que de esto de dolores de espalda sabe más que yo, todos los días me acuerdo de que tengo columna. No me despierto pensando que tengo brazos o piernas o cabeza, me despierto sabiendo que tengo columna, que está ahí, que me llama. Si hago un esfuerzo, si levanto un peso, si paso mucho rato en pie o me siento en un sillón demasiado bajo, mi espalda me recuerda que soy humana y que casi todo lo que me satisface tiene un coste. Es un precio pequeño que pago encantada, pero, oye, precio a fin de cuentas.
La escritura también tiene un coste. En mi caso, no es algo natural o inconsciente. Creo que para nadie lo es, digan lo que digan otros escritores en las entrevistas. Los que solo escriben cuando el cuerpo se lo pide y que, aun así, escriben y terminan novelas son como los unicornios: tan perfectos y bellos como inalcanzables. Cuando consigo una escena, un personaje o un diálogo, suele ser porque me he sentado, aun sin tener ganas, porque me he empeñado, aun sin saber muy bien hacia dónde iba. Y porque tirando de riñones, esforzándome, ha salido. Y porque las mil veces que he sentido ganas de abandonar, esa misma voz idiota y chillona que me dice que un dolor de espalda no puede imponerme sus reglas me ha dicho que un poquito de frustración tampoco puede marcarlas.
Tengo la sensación de que, siempre que hablo de escritura, digo lo mismo. Casi puedo ver los globos que salen de las cabezas de mis alumnos, o de mis lectores, escritos en letras mayúsculas: OTRA VEZ EL MISMO ROLLO, CHIKI. Pero es que, más allá de cuánto sepa de los narradores, de la estructura narrativa, de los elementos que generan tensión, sé mucho de esfuerzo. De trabajo. De frustración. Del dolor que produce no encontrar las palabras pese a tenerlas ahí, casi en la punta de los dedos.
Hoy he terminado una mierda de borrador tirando de riñones. Y me duele que sea tan pobre y tan malo. Sé que mejorará y que no aceptaré una versión definitiva mientras no me satisfaga. Pero ahí está, con su título provisional, recordándome que no soy perfecta. Que soy humana.
Que soy escritora.
Yo no comento nada para que no se note la empatía. Para que no se note el aplauso 😜
Tú siempre comentas 🙂 Eres presidenta, miembro de honor y fundadora de mi club de fans. 🙂
Eres “muy grande” en pequeñito!!!
Ni riñones ni na, todos los escritores deberían tener una madre y una hermana. <3
Esos puntos débiles que nos recuerdan que también hay que parar, darse una vuelta y airearse, mientras el texto de M reposa un poco y deja que se le vaya el tufillo. Cuando vuelves, el dolor deja de chillar y el tufillo quizá ya no lo sea tanto. Al cuerpo siempre hay que hacerle caso. El texto… bueno, quizá no sea tan malo. Ya te lo dirá tu sentido común y tus lectores beta. El texto tiene solución en cualquier momento. Al cuerpo mejor no dejarle mucho por si llegas tarde a la solución. Cuida esa espalda para que podamos seguir disfrutando de tus letras (sí, cuídate por ti y por nosotros, me ha salido esgoísta jeje)
Me cuido, me cuido. Seguiré tu consejo generoso 🙂
Hola Chiki,
Soy una aspirante cuarentona, pero que al fin ha tomado el toro por los cuernos y estoy trabajando (¿acabando?) mi colección de relatos. Quería preguntarte por las críticas, por los revisores que elegimos. A quién enseñarle el trabajo y cómo tomar sus comentarios. Tú ya eres escritora, pero ponte en mi lugar de aspirante, como sueles hacer con tus alumnos. Entiendo que hay que elegir bien quién lee tu trabajo. Pocos y selectos. En mi caso, intento que sean lectores habituales y que tengan gustos parecidos en literatura. Mi pareja es bueno porque me conoce, es listo y me da buenos consejos, pero la inspiración autobiográfica interfiere a veces. Recientemente encontré a una conocida con la que comparto gustos literarios y me dio el peor veredicto sobre un relato mío: “demasiado largo” (que es decir aburrido…), pero no me supo concretar qué le sobraba y me dio un bajón que me bloqueó durante días y que aún me persigue. ¿Valía la pena intentar arreglarlo? ¿Sé hacerlo…? ¿Cómo se deben gestionar las críticas negativas, en tu opinión? Tal vez aconsejas pedir un informe profesional una vez el trabajo esté hecho. Muchas gracias. Un saludo
Hola, Susana. Cuarentona es una buena edad, te lo dice una cincuentona 🙂
Los informes profesionales, si son de verdad profesionales, garantizan objetividad, cosa que un lector amigo/pareja/familia no siempre ofrece. Hay muchos grupos de escritores en redes en los que puedes encontrar también el punto intermedio, alguien que objetivamente, aunque no profesionalmente, te dé su opinión. Ana González Duque tiene un grupo de escritores aficionados en Facebook en el que puedes sentirte muy cómoda (el escritor emprendedor).
Las críticas hay que aprender a tomarlas con cierta distancia, tanto las muy buenas como las muy malas. Que un relato sea muy largo solo quiere decir que, tal vez, le sobre algo y un profesional puede ayudarte a detectarlo. Si tienes el libro completo mi consejo ese que se lo des a unos cuantos lectores y, después, viendo lo que ellos opinan, decidas si quieres trabajar más a fondo contratando los servicios de un profesional. Trabajar con un profesional implica gasto, pero también compromiso, tienes que estar decidida a dedicarle tiempo, esfuerzo y a renunciar a lo que no funcione, hacer cambios…
Suerte, en todo caso, en el proceso y bienvenida a este mundo inestable y confuso de la escritura.
¡Muchas gracias, Chiki! Tomo nota de todo. Un saludo
Gracias a ti, Susana. Me alegro de que te sea útil.